Mantenerse en forma durante el mayor número posible de años es el deseo de todo ser humano. Los expertos en salud están de acuerdo en que la dieta es el elemento básico, la clave esencial de una salud duradera. Una alimentación sana prolonga la vida, mantiene en forma la maquinaria del cuerpo y, unida a un ejercicio físico adecuado, permite mantener la salud.
Para conseguir un buen estado físico, es preciso combinar el ejercicio oportuno con una alimentación sana, que contenga abundante fibra, regular a lo largo del día, evitando comidas copiosas y dando preferencia al pescado sobre la carne, a la fruta sobre los postres elaborados y a los alimentos cocidos sobre los fritos.
Sin duda alguna, la mejor garantía para pasar largos años de salud y vigor es ingerir proteínas, grasas y azúcares en justa proporción y calidad. Tres son las características fundamentales para una alimentación sana: variedad, equilibrio y moderación.
Por regla general, la dieta equilibrada será variada, puesto que tan nefasto es el consumo en exceso de un solo tipo de alimentos como la total eliminación de determinados principios activos de la dieta. Una alimentación equilibrada es aquella que incluye diariamente no sólo los principios activos de proteínas, grasas e hidratos de carbono (o azúcares), sino que además contiene los llamados alimentos funcionales, es decir, aquellos productos alimenticios que proporcionan sustancias biológicamente activas, independientemente del aporte calórico.
Un ejemplo de la alimentación que debemos poner en práctica es la de la llamada dieta mediterránea, cuyos beneficios están ampliamente demostrados; y, por otra parte, debemos evitar las llamadas «dietas mágicas» que aseguran la pérdida de peso con gran rapidez y lo único que hacen es poner en riesgo nuestro organismo.
Es evidente que el organismo necesita energía que toma del exterior en forma de alimento, para poder cubrir su actividad metabólica y funciones biológicas diarias. Pero como en cada etapa de la vida, la actividad y el gasto de energía es diferente, las necesidades alimenticias también variarán.
Para calcular las necesidades energéticas de cada individuo, se han ideado diferentes sistemas que detallamos a lo largo del libro, con las correspondientes recomendaciones básicas de expertos en nutrición para todas las etapas de la vida: de recién nacido, en la infancia, en la adolescencia, cuando la persona es adulta, en el embarazo, en el climaterio o menopausia, en la vejez, en los casos en los que se practique deporte, y en las diferentes enfermedades que se puede padecer.
La dieta se concibe como la planificación de la alimentación y no sólo como el cumplimiento de una serie de restricciones dietéticas. Es importante destacar que, si no hay necesidad, la dieta no debe ser rígida, pues puede convertirse en algo aborrecible y, en consecuencia, contraproducente. Asimismo, hay que evitar caer en las modas exageradas de delgadez, que en muchas jóvenes degenera en la anorexia o en la bulimia, enfermedades de las que consiguen salir con gran dificultad.
Lo más conveniente es adoptar las recomendaciones que ofrecemos a las peculiaridades de cada individuo, a la disponibilidad de los alimentos y a los gustos de cada uno, para que no sea causa de rechazo, con una actitud lógica y responsable. Y seremos muy prudentes si adoptamos una actitud preventiva, comiendo de una manera que posibilite evitar la aparición de determinadas enfermedades, mucho antes de que puedan adueñarse de nuestro cuerpo.
Por último, cabe recalcar que, a pesar de que en este libro se dan una gran variedad de consejos nutritivos, no deja de ser un manual de consulta. Por este motivo queremos recalcar que la persona que tenga problemas causados por la alimentación o desee seguir una dieta, lo primero que debe hacer es ponerse en manos de un médico especialista, quien sin duda alguna le asesorará teniendo en cuenta el estado y las circunstancias personales.
–Los Autores.